Marzo es un mes importante a nivel mundial en temas de inclusión, nos recuerda que hay mucho camino por recorrer y muchas prácticas por remendar. En afinidad con la causa, en Justo Sierra trabajamos para crear un espacio seguro donde, más allá de solo reflexionar sobre la importancia de la inclusión en las escuelas, procuramos el bienestar y las relaciones interpersonales sanas en nuestros alumnos.
Sabemos que en la escuela se establecen los aprendizajes clave y las bases no solo para un desarrollo educativo óptimo, sino para crear una sociedad orientada a la inclusión.
Sin embargo, a nivel mundial existe una problemática que debemos atender a partir de campañas de concienciación, así como acciones para apoyar la inclusión.
En principio, debemos buscar evitar actitudes de menosprecio o negativas hacia otros, que en muchos casos se pueden llegar a expresar de manera directa. A veces no es muy claro porque son acciones, palabras y gestos que no identificamos como tal, debido a que se ha normalizado la violencia en la sociedad y en entornos específicos, como lo son las escuelas y centros de trabajo.
En estos ambientes, se dan actitudes que sitúan a otros en posiciones desfavorables o se comenten injusticias que encuentran argumentos en el origen de la identidad o la forma de vida de las personas. Cosa que no es correcta, porque esas no son acciones inclusivas y de respeto.
Por ejemplo, impedir el acceso a la educación, excluir o limitar oportunidades de crecimiento por razones como estar embarazada, ser de origen indígena, vivir con discapacidad o con alguna condición de salud.
Asimismo, hay falta de inclusión, por el aspecto físico, orientación sexual y por causas ideológicas, religiosas o socioeconómicas, una realidad que debemos combatir mediante esfuerzos y cambios de pensamiento, para lograr la inclusión en las escuelas y en la sociedad.
Por otra parte, un proyecto de inclusión educativa debe explicar que el rechazo no es la única forma en que se excluye y que, en ciertos casos, esta puede dar lugar a comportamientos delictivos como el bullying en entornos presenciales o digitales.
En estos casos, los agresores convencen al resto del grupo de que el otro es inferior o peligroso. De este modo, se anula la empatía hacia la persona excluida y se genera un pacto de silencio en relación con los comportamientos abusivos.
Esta dinámica explica por qué la falta de inclusión debe abordarse como un ejercicio del sentido crítico a partir de campañas de concienciación en profundidad.
Cuando se tiene por objetivo la inclusión escolar, es importante considerar que la falta de inclusión puede presentarse desde la aplicación de políticas y prácticas institucionales hasta la convivencia entre alumnos y en los casos más graves, involucrar la participación de maestros y personal de la institución.
No podemos hablar de inclusión sin que el concepto se traduzca en acciones para concientizar sobre este tipo de situaciones y buscar, prevenir, todo tipo de actos y comportamientos que generan exclusión.
De acuerdo con la Amnistía Internacional, la falta de inclusión impide a las personas disfrutar de sus derechos humanos y de otras garantías legales en situación de igualdad.
Al respecto, es fundamental que desde temprana edad se cuente con una enseñanza inclusiva, que busque evitar cualquier tipo de acción excluyente en un futuro.
Una adecuada inclusión escolar se logra a partir de medidas como:
En Justo Sierra educamos desde el amor. Por ello, proveemos a nuestros estudiantes de todos los niveles, de un entorno donde los valores son vivenciales y en el que disponen de condiciones óptimas para desarrollar su potencial. Asimismo, los profesores llevan a cabo su labor bajo los principios de la institución, generando un espacio de seguridad y confianza hacia la inclusión educativa.